jueves, 17 de diciembre de 2009

Evangelio de Chile

La Comunidad Sagrada Familia, en la Eucaristia del 17 de Diciembre presidida por el Padre Rodrigo Arriagada, saludaron a 5 hermanos que el Señor llamo para ser copistas del Evangelio de Chile, como signo de unidad de los chilenos en torno a la palabra de Dios para el Bicentenario.
A cada uno de los hermanos se les entrego en nombre de nuestro obispo Horacio Valenzuela Abarca, un certificado del copista.
Algunos de los copistas agradecio al Señor por este gran regalo, el cual quedara por siempre en sus corazones.
Terminada la Eucarista los copistas, con su familia y parte de la comunidad participaron en un rico compartir.
Un saludo especial a todos los que de un a u otra forma acompañaron a estos copistas en este hermoso momento.


 

 

 

 
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domingo, 5 de abril de 2009

Domingo de Ramos

Hoy damos comienzo a la Semana Santa, en la cual recordamos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalen donde lo reciben y lo aclaman como rey agitando las palmas y los ramos. Nosotros hoy celebramos que Jesús es nuestro rey y centro de nuestras vidas. También hoy leemos el evangelio que nos recuerda la Pasión de Cristo. Acompañemos en esta semana al Señor Jesús en profunda oración, en forma personal y comunitaria.
 
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lunes, 23 de marzo de 2009

Servicios Parroquiales

Este Domingo en nuestra Eucarístia, nuestro padre Rodrigo da la bendición a los distintos servicios que funcionan en nuestra Parroquia:
Catequesis Familiar - Bautismo - Catequesis Adulto
Pastoral Juvenil - Confirmación - Iniciación Eucaristica
Amiguitos de Jesús - Mochileros con Jesús
Pastoral Social - Grupo de taller - Adulto mayor
Pastoral de la Solidaridad - Pastoral Penitenciaria
Liturgia - Grupo de Oración
Grupo 1% - Preconstrucciòn.

Por todos los hermanos que prestan servicios, gracias Señor.
 
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Don José, nuestro ministro.

Muy contento esta nuestro querido ministro don José González, por el regalo que la comunidad le entrego este Domingo en nuestra Eucarístia por el día de su Santo.
Gracias don José por toda su entrega, dedicación, servicio, humildad.
Que Dios lo bendiga por siempre.
 
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sábado, 14 de marzo de 2009

Feliz día Padre Rodrigo

Con mucha alegría y acompañados de la familia de nuestro querido Padre Rodrigo, un grupo de hermanos en representación de toda la comunidad Sagrada Familia, celebro el Viernes 13 de Marzo el día de su Santo.
Muy feliz día Padre Rodrigo y gracias por lo que entrega a toda esta comunidad.

 
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Vía Crusis en Cuaresma

Con mucha oración cada Viernes, acompañamos a vivir un Vía Crusis a nuestro Señor Jesús.

 

domingo, 8 de marzo de 2009

Cuaresma tiempo de compartir

Les recordamos que aún hay más de 200.000 niños en riegos social.
Haz tu aporte en nuestras alcancías que aún te esperan.

 
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Encontrarnos con el Señor

La insistencia con la que Nuestro Señor pide que nos acerquemos a la oración para que se nos dé; que nosotros lleguemos a Él para encontrarlo, es una insistencia que requiere del corazón humano, una grandísima fortaleza interior, una gran tenacidad. Esa tenacidad para que pidamos y se nos dé, se ve muchas veces probada por las circunstancias, por las situaciones en las que nos encontramos.

Jesús habla de que pidan y se les dará, pero no nos dice si será pronto o tarde, cuando se nos dará. No nos dice si vamos a encontrar al primer momento en que empezamos a buscar o va a ser una búsqueda larga. No nos dice si la espera va a ser corta o se va a dilatar mucho. Simplemente nos dice que toquemos, que pidamos, que busquemos con la certeza de que vamos a recibir, vamos a encontrar y de que se nos va a abrir. Tener esta certeza, requiere en el alma una gran fortaleza interior, una gran firmeza interior. Una firmeza que Dios N. S. va probando, que poco a poco Él va viendo si es auténtica, si es verdadera.

Sin embargo, esto no es solamente una obra de Dios. Es importante el hecho de que Dios quiera que nosotros construyamos esta firmeza interior, pero también a nosotros nos toca actuar. Es obrar de Dios y obra nuestra. La Cuaresma es un período especialmente señalado para indicar esta obra nuestra en la obra de Dios. La obra nuestra en la tenacidad, en la constancia hasta conseguir que Dios N. S. nos abra, nos dé y nos encuentre.

¿Qué hay que hacer para esto? La Cuaresma nos habla de una penitencia que hay que realizar, de una oración en la que tenemos que insistir y de una generosidad particular, en la que tenemos nosotros, poco a poco que ir trabajando.

Para ello es necesaria una muy seria penitencia interior. Una penitencia que no se quede simplemente en el hecho de que no comamos carne o que ayunemos algunos días. Es una penitencia que va mucho más allá de los detalles, de los sacrificios concretos exteriores. Es una penitencia que tiene que abarcar toda nuestra vida, toda nuestra personalidad, porque precisamente es la penitencia la que forja el alma, la que construye el alma. No son las concesiones las que van a hacer de nuestra alma un alma aceptable a Dios, va a ser la penitencia la que va a hacer de nuestra alma, un alma entregada a Dios.

Hemos escuchado en el Libro de Esther, una oración que hace esta mujer a Dios, en la más total de las obscuridades, sabiendo que lo que va a hacer, es jugarse el todo por el todo, porque Esther, va a presentarse ante el rey sin su permiso, y esto estaba penado con la muerte en la corte de los persas. En el fondo, Ester lo que lleva a cabo es una auténtica penitencia del alma, una purificación de su espíritu, de su corazón para ser capaz de enfrentarse a una prueba en la que sabe que está jugándose todo.

¿Cómo es esta penitencia interior? Es una penitencia que tiene que acabar todas nuestras dimensiones, toda nuestra persona, nuestros pensamientos, nuestra inteligencia, nuestros afectos, nuestra voluntad, nuestra libertad. ¿Hasta qué punto nos hemos planteado alguna vez la autentica penitencia del alma, la auténtica exigencia interior de ir probando nuestra alma, para ver si está lista a resistir las pruebas para se fieles a Dios? Cuando llamemos y nadie nos abra; cuando pidamos y nadie nos dé; cuando busquemos y nadie nos permita encontrarlo.

Es un tema que en la Cuaresma se hace particularmente presente, pero que no solamente tendría que ser un tema cuaresmal; tendría que ser un tema de toda nuestra vida. La penitencia del alma, la purificación interior de nuestros sentimientos, de nuestra voluntad de nuestra inteligencia, de nuestros afectos, de nuestra libertad para ponerla totalmente de cara a Dios N. S. La base de la penitencia del alma, es la confianza absoluta en Dios N. S. No se basa simplemente en los actos que nosotros realizamos, de sacrificio o de renuncia interior, se realiza sobre todo, apoyada en la confianza en Dios N. S.

“Si ustedes a pesar de ser malos saben dar cosas buenas a sus hijos. “Con cuánta mayor razón, el Padre que está en los cielos dará cosas buenas a quiénes se las pidan”. La pregunta que tenemos que hacer es si estamos reconociendo las cosas que Dios nos da como cosas buenas; si tenemos nuestra alma dispuesta a aceptar todo lo que Dios pone en nuestra vida como buenas o por el contrario, somos nosotros los que discernimos si esto es bueno o esto es malo, no dependiendo de Dios, sino dependiendo de nosotros mismos: de cómo nosotros lo recibimos; de cómo a nosotros nos afecta.

¿Qué sucede cuando Dios nos da un pan, un pescado? La parábola de Cristo habla de un padre bueno, dice: “Ningún padre, cuando su hijo le pide un pescado, le da una serpiente y ningún padre cuando su hijo le pide pan le da una piedra”. ¿No sentiríamos alguna vez nosotros que Dios nos da piedras antes que pan? ¿O serpientes en vez de pescado? ¿No podríamos dudar nosotros a veces, de lo que Dios nos da o de lo que Dios no nos está dando? Y aquí esta de nuevo la exigencia ineludible de la penitencia interior: “Crea en mi, Señor un corazón puro”. Es decir, crea en mi, Señor, un corazón que me permita captar que Tú no me estas dando ni piedras, ni serpientes, sino pan y pescado, que lo que Tú me das es siempre bueno; que lo que Tu me ofreces, es siempre algo para realizarme en mi existencia. Esto tengo que aprenderlo a ver y únicamente se logra a base de la penitencia interior. No hay otro camino.

Que esta Cuaresma nos permita introducirnos un poco en este camino, en búsqueda interior del encuentro con Cristo; en esfuerzo interior por encontrarnos con el Señor, conscientes de que no hay otro camino sino es el de aprender a hacer de nuestra alma, un alma que busca, sabiendo que va a encontrar. Un alma que toca, sabiendo que le van a abrir.

Forjemos nuestra alma a través de la oración, del sacrificio y de la purificación interior, para encontrar siempre, en todo lo que Dios nos da, al Padre Bueno que da cosas buenas a quienes se las piden.

sábado, 28 de febrero de 2009

Miércoles de Ceniza

 
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Inicio del tiempo de Cuaresma

Hoy nos reunimos como comunidad, par iniciar el tiempo de cuaresma y nuestro Padre Rodrigo nos dice en su homilía:
El sentido de la cuaresma, son cuarente días en los cuales ustedes y yo también tenemos que preparar el corazón, para que cuando llegue la gran noche de Pascua, podamos presentarnos delante del Señor, con el alma, con el corazón, con la vida que ha sido transformada por el amor de Señor. Celebrar cuaresma tiene que ser para nosotros un sinonimo de poder vivir muchas cosas de las que ya vivimos pero poder vivirla con mayor auntenticidad, de poder vivirla con mayor compromiso. Cada uno de nosotros vive en la oración. Cuaresma es para vivirla con mayor intensidad. Cada uno de nosotros vive la fraternidad. Cuaresma es para vivirla de manera mas auténtica mas profunda. Por eso para nosotros la invitación que tiene el Señor son tres grandes actividades, tres grandes recursos dentro de nuestra vida de fe, que pueden dar vida a nuestro tiempo de cuaresma.
"La Oración, el ayuno y la fraternidad o solidaridad".

El Papa Benedicto en el mensaje de cuaresma para este año 2009, nos invita a que todos nosotros los cristianos podamos retomar el verdadero sentido del ayuno, que podamos todos nosotros retomar el verdadero sentido de la oración, pero por sobre todo que podamos renovar el verdadero sentido de lo que es el compartir fraterno dentro de nuestras vidas.

Cuaresma es un tiempo de cambio, un tiempo de conversión. Cuaresma es un tiempo donde nosotros vamos entrar en un proceso distinto dentro de nuestras vidas.

Vamos a entregarnos con claridad, con fortaleza, con firmeza a convertir nuestro corazón al Señor Jesús, quien va a ser el centro de nuestras vidas durante estos 40 días, no va a ser otro mas que el Señor Jesús.

El tiempo de cuaresma es para que el Señor Jesús ocupe el lugar que le corresponde. El primero en todo, el primero en la oración, el primero en mis pensamientos, el primero en mis obras de caridad.

Miércoles de Ceniza

Significado de la imposición de la ceniza

- Los judíos acostumbraban a echarse ceniza sobre la cabeza para indicar que estaban en penitencia y los cristianos empezaron a tomar esa costumbre al empezar la cuaresma.

- Se pone al principio de la cuaresma, ya que cuaresma significa 40 días de preparación hasta la Pascua. Es un tiempo de conversión, es decir de volver a Dios, de quien nos hemos alejado.

- La ceniza significa que es polvo, es lo que queda de un desperdicio cuando se quema. Por ello nosotros somos débiles, frágiles. En cualquier momento podemos morir. Por ser polvo podemos llegar a convertirnos en Cristo que es vida eterna y alegría completa

- La ceniza es basura que se tira. Con nuestros pecados hemos llegado a ser basura que se tira, que no sirve ya para nada, con nuestro pecado llenamos el mundo de tristezas, lágrimas y nos alejamos de nuestro Padre y de todos los que nos rodean.

- La ceniza es tizne que mancha, polvo que se pisa, con nuestro pecado hemos manchado a las personas que nos quieren.

- La ceniza indica el inicio de la cuaresma la cual es tiempo de oración, ayuno, penitencia, encuentro con Dios, encuentro con los demás y compromiso de superación para ser como Cristo.

- En los primeros siglos del cristianismo la preparación a la fiesta de Pascua comenzaba con el primer domingo de Cuaresma. Poco después, para completar la cuarentena, el miércoles de ceniza comenzó a ser la puerta de entrada a la cuaresma.

- En nuestra patria el miércoles de Ceniza es una celebración popular que forma parte indiscutible de nuestra cultura y que no puede pasar desapercibida en la vida pública. En la cuaresma se tiene que vivir lo que el miércoles de ceniza se ha celebrado. El miércoles de ceniza nos indica lo que debemos hacer en la Cuaresma.

- La ceniza no necesariamente la podemos recibir de un sacerdote, la podemos recibir de otro cristiano bautizado e inclusive uno mismo la puede tomar.

- Para poder recibir la ceniza es necesario que uno elija libremente aceptarla; durante el miércoles de ceniza se pide el ayuno a los mayores de 18 y menores de 65 años, excepto aquellos que se encuentren gravemente enfermos, si uno se encuentra enfermo o es menor de edad o muy mayor, se puede suplir el ayuno con una buena obra o evitando aquellos que más nos gusta hacer o comer y que el no realizarlo nos cueste un sacrificio, todo esto con el único fin de ofrecerlo a Dios.

miércoles, 14 de enero de 2009

¿Vivimos nuestra fe católica?

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Fernando Pascual LC



La fe no es una simple teoría. Es un compromiso que llega al corazón y a las acciones, a los principios y a las decisiones, al pensamiento y a la vida.

Vivimos nuestra fe cuando dejamos a Dios el primer lugar en nuestras almas. Cuando el domingo es un día para la misa, para la oración, para el servicio, para la esperanza y el amor. Cuando entre semana buscamos momentos para rezar, para leer el Evangelio, para dejar que Dios ilumine nuestras ideas y decisiones.

Vivimos nuestra fe cuando no permitimos que el dinero sea el centro de gravedad del propio corazón. Cuando lo usamos como medio para las necesidades de la familia y de quienes sufren por la pobreza, el hambre, la injusticia. Cuando sabemos ayudar a la parroquia y a tantas iniciativas que sirven para enseñar la doctrina católica.

Vivimos nuestra fe cuando controlamos los apetitos de la carne, cuando no comemos más de lo necesario, cuando no nos preocupamos del vestido, cuando huimos de cualquier vanidad, cuando cultivamos la verdadera modestia, cuando huimos de todo exceso: “nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias” (Rm 13,13).

Vivimos nuestra fe cuando el prójimo ocupa el primer lugar en nuestros proyectos. Cuando visitamos a los ancianos y a los enfermos. Cuando nos preocupamos de los presos y de sus familias. Cuando atendemos a las víctimas de las mil injusticias que afligen nuestro mundo.

Vivimos nuestra fe cuando tenemos más tiempo para buenas lecturas que para pasatiempos vanos. Cuando leemos antes la Biblia que una novela de última hora. Cuando conocer cómo va el fútbol es mucho menos importante que saber qué enseñan el Papa y los obispos.

Vivimos nuestra fe cuando no despreciamos a ningún hermano débil, pecador, caído. Cuando tendemos la mano al que más lo necesita. Cuando defendemos la fama de quien es calumniado o difamado injustamente. Cuando cerramos la boca antes de decir una palabra vana o una crítica que parece ingeniosa pero puede hacer mucho daño. Cuando promovemos esa alabanza sana y contagiosa que nace de los corazones buenos.

Vivimos nuestra fe cuando los pensamientos más sencillos, los pensamientos más íntimos, los pensamientos más normales, están siempre iluminados por la luz del Espíritu Santo. Porque nos hemos dejado empapar de Evangelio, porque habitamos en el mundo de la gracia, porque queremos vivir a fondo cada enseñanza del Maestro.

Vivimos nuestra fe cuando sabemos levantarnos del pecado. Cuando pedimos perdón a Dios y a la Iglesia en el Sacramento de la confesión. Cuando pedimos perdón y perdonamos al hermano, aunque tengamos que hacerlo setenta veces siete.

Vivimos nuestra fe cuando estamos en comunión alegre y profunda con la Virgen María y con los santos. Cuando nos preocupa lo que ocurre en cada corazón cristiano. Cuando sabemos imitar mil ejemplos magníficos de hermanos que toman su fe en serio y brillan como luces en la marcha misteriosa de la historia humana.

Vivimos nuestra fe cuando nos dejamos, simplemente, alegremente, plenamente, amar por un Dios que nos ha hablado por el Hijo y desea que le llamemos con un nombre magnífico, sublime, familiar, íntimo: nuestro Padre de los cielos.