jueves, 25 de diciembre de 2008

Mensaje de Navidad 2008 de nuestro Obispo


Dios es el "Dios que llega" y nos llama a salir a su encuentro. ¿Cómo? Ante todo con esa forma universal de esperanza
y de la espera que es la oración”
(SS Benedicto XVI, Homilía en vísperas del I domingo de Adviento)

Muy queridos hermanos y hermanas:

La Historia de nuestra salvación ha alcanzado su punto culminante con la venida del Salvador en Navidad. Dios ya está con nosotros. La Palabra definitiva de Dios ya ha sido pronunciada y la hemos oído.
En el punto culminante de la historia, el Padre Dios ha revelado con toda claridad quién es Él, quienes somos nosotros y cuál es la razón y el sentido de la vida, de todas las cosas y acontecimientos.
Con la Encarnación y el Nacimiento de su Hijo la bondad del Señor ha llegado al extremo, "Él nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales" (Ef 1,3).
Ya ha pasado la noche de los tiempos y amanece el día que hace nuevas todas las cosas. El Hijo Único de Dios viene a hacer suyas nuestras pruebas y dolores, viene a ofrecernos la gracia de su victoria y su alegría. El Señor ha venido para que nosotros podamos vivir en El.
En su primera venida- nos dice el Papa Benedicto- con la encarnación, el Hijo de Dios quiso compartir plenamente nuestra condición humana hasta tocar fondo. El grito de esperanza de Adviento expresa toda la gravedad de nuestro estado, expresa la extrema necesidad de nuestra salvación.
Belén es cuna y escuela de la vida que no muere. Allí, en el pesebre, en su limpia pobreza se inicia el tiempo nuevo que culmina en la eternidad. Bajo la mirada dulce y atenta de la Virgen María duerme un Niño que hace nueva y eterna la vida humana.
En el centro del pesebre está la Vida humana como valor supremo de la creación entera.
El pesebre proclama que la adoración de Dios es, al mismo tiempo, cuidado y alimento de un niño indefenso. La Virgen Santísima adora a Dios hecho Niño y, al mismo tiempo se hace cargo de todas sus necesidades, hasta la más mínima…tuve hambre y me diste de comer, estaba sediento y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste… ( Mt 25, 35)
La fe y el amor a Dios es ahora totalmente inseparable del cuidado y la elevación de cada ser humano… Es inseparable del compromiso con sus penas y soledades, con su abandono y su angustia; con su libertad y su dignidad.
Belén nos dice que para Dios, el ser humano es lo más importante. El olvido de este orden querido por Dios está a la base de los grandes dolores del mundo. Las guerras, los grandes y sonoros fracasos de las economías, al igual que las silenciosas tragedias de cada día en muchos hogares y trabajos, tienen un mismo origen: la ausencia del Dios verdadero en la vida de las personas y sociedades. El olvido de Dios siempre es olvido del hombre.
Necesitamos al Señor. Por eso -nos ha dicho el Santo Padre a lo obispos de Chile- los invito a cultivar una intensa vida interior y de fe profunda, porque en el trato íntimo con el Maestro en la oración, maduran las mejores iniciativas pastorales.
Que la gracia del Señor nos impulse a ser cada vez más misioneros, para llevar la Palabra del Señor e iluminar con ella toda la actividad humana orientándola hacia la adoración de Dios. Este es el orden de la verdadera alegría, si las cosas están ordenadas así, este es el orden de la alegría, por aquí viene el Reino de Dios y la esperanza de tiempos mejores, en espera de la segunda venida del Señor.
Que la celebración de esta Navidad haga más intensa nuestra amistad con el Señor y nuestro compromiso con la dignidad de nuestros hermanos. Que en la Eucaristía recibamos la fuerza imparable del amor de Dios que se abaja para levantarnos.
En esta Navidad y en el año que ya comienza dejémonos acompañar por la Madre del Señor… Démosle la mano a ella y entremos con alegría en este nuevo tiempo de gracia que Dios regala a su Iglesia para el bien de toda la humanidad.
Feliz navidad y un año 2009 lleno de bendiciones del Señor junto a sus seres más queridos.


+ HORACIO VALENZUELA ABARCA
Obispo de Talca